jueves, 6 de diciembre de 2018

33 El Musical

33 El Musical se convierte en una oportunidad perdida para poder acercar el mensaje de Jesús al siglo XXI. Ser moderno no significa ser simplista. El Reino de Dios es mucho más que “besos, risas y abrazos eternos”.

33 El Musical se presenta como “la historia del mayor influencer”. Esta breve descripción contiene la esencia del espectáculo: un envoltorio deslumbrante para recubrir un contenido prácticamente nulo. Jesús de Nazaret, Jesucristo, reducido a eso, a un influencer… un personaje bondadoso y guapetón que tiene poco que aportar más allá de su imagen y alguna frase motivadora para reproducir en una taza de desayuno.

No tiene sentido convertir un musical en una clase de teología, pero tampoco lo tiene el presentar un proyecto, cristiano en su concepción, basado en una explicación del Reino de Dios como un “reino de abrazos eternos”. Es un ejemplo concreto de la fragilidad del mensaje que transmite 33 El Musical. Jesús, a medio camino entre lo hippy y lo revolucionario, rodeado de unos apóstoles empeñados en reducir el Evangelio a “besos, risas y sueños cumplidos”.
Es respetable que se presente con esta simpleza el discurso cristiano. Es una manera, errónea desde mi punto de vista, de acercar a Jesucristo a la sociedad del siglo XXI. El problema está cuando el mismo musical decide criticar frontalmente otras partes esenciales de ese mismo discurso.
Nos sorprende 33 El Musical con un grupo de sacerdotes (se entiende que judíos, aunque sus comentarios y atuendos nos recuerden más a un grupo de cardenales) utilizados como sátira de una religión de preceptos y prohibiciones.Es muy difícil de entender que una obra dirigida por un sacerdote opte por ridiculizar cualquier mandamiento que no sea el amor. Construir la fe únicamente sobre la esperanza de “abrazos eternos” es dar pie a estrepitosos derrumbes cuando llegue la cruz que todo hombre ha de portar en este “valle de lágrimas”. Expresión sacada de La Salve y usada a modo de chanza durante este fragmento del espectáculo.
Por si la decisión de crear un catolicismo de cartón piedra no hubiese quedado clara, 33 El Musical nos ofrece un supuesto programa de televisión presentado por el demonio en el que se pretende responder a la pregunta sobre “¿quién es Jesús de Nazaret?” Una parodia en la que la opinión de un cura (este sí, moderno y con Biblia en mano), explicando la Santísima Trinidad como un torpe ratón de biblioteca, se pone al mismo nivel de broma que el de una jovencita que, agarrada al Código DaVinci de Dan Brown, habla de conspiraciones y el Santo Grial.

Otro musical era posible

Es lamentable pensar que se ha optado por esta visión simplista de Jesús y el Evangelio, cuando en el mismo musical podemos encontrar destellos de verdadera conjunción entre fondo y forma.
Es posible hacer un espectáculo sobre la vida de Cristo que aúne un mensaje serio y completo con buenas dosis de humor y diversión. Es posible, porque 33 El Musical lo consigue y lo hace a la perfección cuando presenta a los doce apóstoles.
Es posible firmar una interpretación sólida y profunda que hable de la conversión sin caer en la ñoñería o la vacuidad de “hay que nacer del viento”.Es posible, porque 33 El Musical lo hace así con la canción que presenta a María Magdalena, a la postre el personaje más logrado de la obra junto a san Pedro. Un tema que refleja a una mujer rota a la que el rostro de Jesús le ha cambiado la vida.
Es posible hablar del pecado y el mal con un lenguaje que todo el mundo entienda sin caer en el sermón dominical. Es posible, porque 33 El Musical lo logra con la actuación de los tres diablos que aparecen en escena y que representan a la perfección las tentaciones bíblicas.

Un espectáculo para el siglo XXI

A nivel técnico, como ya dijimos, 33 El Musical no tiene nada que envidiar a otras producciones que puedan verse en Madrid. Buena música, buenas interpretaciones y un espacio acogedor y moderno creado especialmente para la ocasión.
Es un espectáculo que atrapa y entretiene, que se construye sin apenas diálogo como una sucesión de canciones y que va in crescendo a lo largo de la historia. La segunda parte, centrada en la Pasión, gana en fuerza y contenido con un mensaje final del Resucitado que, pese a todo lo anterior, hay que valorar de forma positiva.
“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”, dijo Jesús a sus discípulos en la Última Cena. Un mandamiento nuevo sobre el que gira 33 El Musical, pero olvidando que ese amor se construye con hechos concretos, esos que Cristo pide que imitemos cuando lavaba los pies a los doce. El amor es mucho más que “abrazos eternos”. El Reino de Dios, también.

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