El Gobierno socialista trabaja en una nueva asignatura basada en la educación cívica y ética. Este tipo de enseñanzas debería ser un asunto entroncado en la familia y no quedar en manos de intereses ideológicos y relativistas.
En estos tiempos, caracterizados por el relativismo y el sentimentalismo, en los que se ponen en cuestión las verdades antropológicas fundamentales del ser humano, como la alteridad sexual, es necesaria una educación cívica y ética, seria y rigurosa, capaz de desmontar falacias como la ideología de género, distorsionadora de la realidad, que lo inunda todo, desde la educación hasta el contenido de nuestras leyes, con una especial fuerza destructiva en relación con el matrimonio y la familia.
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